Un proceso político
puede ser muy complejo. Puede ser difícil de comprender de entrada.
Puede requerir tiempo para llegar a una decisión firme. Puede
requerir repensar las cosas, y cambiar de posición.
Repetir una votación
no es necesariamente negativo. Es más, puede ser conveniente.
Higiénico.
Permite rectificar
una posición inicial poco meditada. O equivocada.
Ir a unas terceras
elecciones podría ser lo correcto desde un punto de vista
democrático.
Los votantes del PP
han mantenido firme su posición. Esta era más sólida, estaba más
consolidada. El PP, sin duda alguna, siempre ha representado mejor a
sus votantes. Y en consecuencia, estos no han cambiado su postura en
este proceso deliberativo prolongado.
En cambio, en el
caso de Podemos e Izquierda Unida, no todos sus votantes de diciembre
de 2015 tenían una posición firme, consolidada.
Y muchos se lo han
pensado mejor. Se han dado cuenta de que bien unos u otros no les
representaban verdaderamente. Y como es lógico, han cambiado de
posición.
Y en caso de ir a
unas terceras elecciones, un nuevo posicionamiento de los ciudadanos
estará más informado, más meditado, será más coherente con la
realidad de las candidaturas.
El resultado de la votación será más representativo.
Y por tanto, más democrático.
¿O no?
Obviamente, no.
El resultado de la votación será más representativo.
Y por tanto, más democrático.
¿O no?
Obviamente, no.
Pero gran parte de
lo que he escrito antes es correcto. Es bueno repensar las cosas. Es
fundamental que las candidaturas representen lo más fielmente
posible a sus votantes. En teoría, unas terceras elecciones sí
deberían ser algo positivo.
Pero no lo van a
ser.
¿Donde está el
fallo?
Si quieres responder
por ti mismo a esta cuestión, no sigas leyendo.
Esta es mi
respuesta:
El problema no está
en el razonamiento que he utilizado, que es correcto.
Lo que son falsas
son las premisas.
La primera premisa
falsa es partir de que los procesos electorales en España son
democráticos. Ya sabemos que no lo son. Y por tanto, los resultados,
sean los que sean, nunca van a beneficiarnos desde un punto de vista
democrático.
Por ejemplo, sin
democracia, no hay racionalidad, sino visceralidad:
Por un lado, la
gente es fiel a los partidos por fanatismo, por egoísmo, o por que
les han lavado el cerebro. Su fidelidad a un partido no es virtud,
sino todo lo contrario.
Y por el otro lado,
la gente cambia de posición no por estar más informada, o haber
meditado más, sino irreflexivamente, por hastío, o movida por
sentimientos manipulados desde la televisión. Mutable cual veleta
orientada según de dónde sople el viento. Su cambio de
postura, por tanto, tampoco es positivo.
Y la segunda premisa
falsa es partir de que representación es igual a democracia. No es
cierto, como ya ha quedado demostrado también en más de una ocasión.
Representación es
contrario a democracia.
Unas terceras
elecciones mejorarían la representatividad -de los votantes, no del
conjunto de la ciudadanía-. Es decir, sería buenas para la
oligarquía.
Más oligarquía,
menos democracia.
Conclusión: unas
terceras elecciones no serían buenas, porque no hay democracia. Así de sencillo.
Y por esa misma razón, tampoco lo fueron ni las segundas, ni las primeras. Ni ninguna de las anteriores.
Y por esa misma razón, tampoco lo fueron ni las segundas, ni las primeras. Ni ninguna de las anteriores.
Por eso apenas se ha
notado que llevemos tanto tiempo sin gobierno. Por eso no importa si
hay unas elecciones, dos o cuarenta. Es irrelevante.
Porque lo llaman democracia, y no lo es.
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