domingo, agosto 07, 2016

Terceras elecciones: ¡bueno para la democracia!

Un proceso político puede ser muy complejo. Puede ser difícil de comprender de entrada. Puede requerir tiempo para llegar a una decisión firme. Puede requerir repensar las cosas, y cambiar de posición.

Repetir una votación no es necesariamente negativo. Es más, puede ser conveniente. Higiénico.
Permite rectificar una posición inicial poco meditada. O equivocada.

Ir a unas terceras elecciones podría ser lo correcto desde un punto de vista democrático.

Los votantes del PP han mantenido firme su posición. Esta era más sólida, estaba más consolidada. El PP, sin duda alguna, siempre ha representado mejor a sus votantes. Y en consecuencia, estos no han cambiado su postura en este proceso deliberativo prolongado.
En cambio, en el caso de Podemos e Izquierda Unida, no todos sus votantes de diciembre de 2015 tenían una posición firme, consolidada.
Y muchos se lo han pensado mejor. Se han dado cuenta de que bien unos u otros no les representaban verdaderamente. Y como es lógico, han cambiado de posición.

Y en caso de ir a unas terceras elecciones, un nuevo posicionamiento de los ciudadanos estará más informado, más meditado, será más coherente con la realidad de las candidaturas.
El resultado de la votación será más representativo.
Y por tanto, más democrático.

¿O no?

Obviamente, no.

Pero gran parte de lo que he escrito antes es correcto. Es bueno repensar las cosas. Es fundamental que las candidaturas representen lo más fielmente posible a sus votantes. En teoría, unas terceras elecciones sí deberían ser algo positivo.
Pero no lo van a ser.

¿Donde está el fallo?

Si quieres responder por ti mismo a esta cuestión, no sigas leyendo.



Esta es mi respuesta:

El problema no está en el razonamiento que he utilizado, que es correcto.

Lo que son falsas son las premisas.

La primera premisa falsa es partir de que los procesos electorales en España son democráticos. Ya sabemos que no lo son. Y por tanto, los resultados, sean los que sean, nunca van a beneficiarnos desde un punto de vista democrático.

Por ejemplo, sin democracia, no hay racionalidad, sino visceralidad:
Por un lado, la gente es fiel a los partidos por fanatismo, por egoísmo, o por que les han lavado el cerebro. Su fidelidad a un partido no es virtud, sino todo lo contrario.
Y por el otro lado, la gente cambia de posición no por estar más informada, o haber meditado más, sino irreflexivamente, por hastío, o movida por sentimientos manipulados desde la televisión. Mutable cual veleta orientada según de dónde sople el viento. Su cambio de postura, por tanto, tampoco es positivo.

Y la segunda premisa falsa es partir de que representación es igual a democracia. No es cierto, como ya ha quedado demostrado también en más de una ocasión.

Representación es contrario a democracia.
Unas terceras elecciones mejorarían la representatividad -de los votantes, no del conjunto de la ciudadanía-. Es decir, sería buenas para la oligarquía.
Más oligarquía, menos democracia.

Conclusión: unas terceras elecciones no serían buenas, porque no hay democracia. Así de sencillo.
Y por esa misma razón, tampoco lo fueron ni las segundas, ni las primeras. Ni ninguna de las anteriores.

Por eso apenas se ha notado que llevemos tanto tiempo sin gobierno. Por eso no importa si hay unas elecciones, dos o cuarenta. Es irrelevante.

Porque lo llaman democracia, y no lo es.

No hay comentarios: