Capitalismo en lo
económico. Representación en lo político.
Tanto monta, monta
tanto, Isabel como Fernando.
El Capitalismo como
sistema económico y la Representación como sistema político han
evolucionado y se han adaptado -en términos darwinistas-. A día de
hoy, han conseguido imponerse globalmente sobre los demás sistemas
“competidores”, cada uno en su ámbito.
Han sido “los más
fuertes”. Han alcanzado la hegemonía. Temporalmente.
Sin embargo no lo
han hecho de forma independiente. Política y Economía han ido de la
mano, vinculadas, interrelacionadas, desde que hicieron acto de
presencia simultánea, en algún momento y lugar de nuestra Historia.
Capitalismo y
Representación han evolucionado juntos, se han hecho más fuertes
juntos. Se han alimentado mutuamente, se han apoyado, se han
reforzado uno al otro.
Simbiosis.
La actual hegemonía
del capitalismo como sistema económico universal no sería posible
sin la complicidad de los políticos profesionales de todo el mundo,
que, desde su aparición, han servido a los ricos y poderosos, han
ejecutado políticas que les han permitido enriquecerse y empoderarse
cada vez más -a costa del Pueblo, casi siempre-, y han legislado
para consolidar esas políticas y ese sistema.
Por su parte, los
actuales partidos y líderes políticos “representativos” de todo
el mundo no estarían donde están sin el apoyo del Poder económico
y sus grandes medios de comunicación, que les han proporcionado los
votos que han necesitado para estar ahí.
Ese poder económico
también ha usado la maquinaria propagandística para vender las
bondades imaginarias de la Representación como sistema político,
incluso para convertirla, a ojos de casi todos, en “democracia”.
Más aún, el Poder
económico ha tumbado gobiernos, ha provocado boicots, golpes de
estado, revoluciones, guerras, para establecer gobiernos afines y/o
regímenes representativos -”democracia occidental”, lo llaman-,
allá donde le ha convenido.
Capitalismo y
Representación comparten éxito, y comparten destino. Son dos caras
de la misma moneda.
No se puede
reemplazar uno sin reemplazar al otro.
Es estéril intentar
atacar o modificar sustancialmente el Capitalismo mientras este
sistema esté protegido por el poder político.
Por ejemplo, es
estéril reivindicar el no pago de la deuda, o una renta básica en
España, mientras los políticos que gobiernan -aquí y en todas
partes- sirvan a los que quieren cobrar la deuda y a los que les
conviene una buena cantidad de precariedad y miseria en este país,
que les proporciona todos los trabajadores desesperados a precio de
saldo que desean.
Y es estéril poner
en marcha modelos económicos alternativos, bitcoins y faircoins,
monedas sociales, mercadillos de trueque, bolsas de tiempo,
cooperativas o asociaciones de consumidores responsables... con un
sistema político entorpeciendo y desincentivando por un lado,
favoreciendo la competencia desleal por otro.
Y así llegamos de
nuevo al gran error de la izquierda de hoy. Pretender cambiar el
sistema económico sin cambiar el sistema político. Pretender
obtener una “economía del bien común” sin obtener
simultáneamente una “política del bien común”, esto es, una
democracia real.
Si queremos un
sistema económico justo, necesitamos democracia.
Y no la tenemos.
O trabajamos por
ambas cosas a la vez, o no tendremos ninguna de ellas.
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